Félix González no está dispuesto a equivocarse en la sucesión; al fin de cuentas no le interesa el desarrollo del Estado ni el bienestar colectivo, sólo recuperar el poder para sus fines personales
En la primera parte de esta entrega hicimos un breve recorrido por los primeros cinco gobernadores elegidos por el pueblo de Quintana Roo, de Jesús Martínez a Joaquín Hendricks, tras 47 años del autogobierno, precedidos de muchos años de lucha de sus habitantes por mantener el territorio y la identidad propia, que culminaron con el reconocimiento como Estado libre y soberano integrante de la federación, el 8 de octubre de 1974.
Sin ningún obstáculo a su voluntad el gobernador Joaquín Hendricks eligió como su sucesor al cozumeleño Félix González Canto. El presidente de México era el panista Vicente Fox por lo que no podía ser el gran elector en un Estado priista como lo era Quintana Roo. En esa circunstancia, el poder de los gobernadores del PRI era omnímodo, ya que la dirigencia nacional de partido carecía de los recursos necesarios para las campañas políticas en los Estados.
Así arribó a la gubernatura Félix González Canto, carismático, camaleónico, soberbio, hábil, astuto, obsesionado con el poder y sin frenos éticos o morales. Mientras Mario Villanueva, considerado duro, luego de arremeter en contra de alguien al poco tiempo preguntaba cómo se encontraba para resarcirlo en alguna medida, Félix González nunca se ocupa de esas “minucias”. El bien y el mal dependen de lo que él considera bueno o malo para satisfacer sus pasiones, su ego, sus ambiciones de todo tipo. El humanismo y la empatía real no son lo suyo.
Solo hace lo necesario para mantener el poder a secas. El poder es su medio de realización personal en cuanto satisface sus deseos. El desarrollo del Estado, la búsqueda del bienestar colectivo siempre fueron asignaturas relegadas en su gobierno. Nulificó a los políticos del Sur cuidando el reparto de posiciones en su gobierno, aunque todo el manejo de los recursos y los negocios al amparo del poder estaba en manos de sus amigos cozumeleños, entre los que destacan Fredy Marrufo y Eliézer Villanueva Lanz.
En público era cuidadoso de las formas, pero en el fondo despreciaba a los chetumaleños y “preparó” a su coterráneo cozumeleño Roberto Borge para que fuera su sucesor, lo cual hizo libremente ya que el presidente de México era Felipe Calderón del PAN. No preparó a Roberto Borge para que sea un Estadista, sino un incondicional lleno de debilidades y excesos que le permitiría mantener sus prebendas y cotos de poder. No tuvo empacho en hacerse senador en el gobierno de Beto Borge y de dejar como operador financiero transexenal al dentista Eliézer Villanueva Lanz, quien antes de Félix González tenía como máximo logro gerenciar un equipo de basquetbol de Cozumel. Luego, como muchos cozumeleños que acompañaron a Félix González en su gobierno y continuaron con Beto Borge, su riqueza material se hizo cuantiosa, al grado que no pasarían ilesos una revisión profunda de la UIF que encabeza Santiago Nieto Castillo.
Félix González impidió el crecimiento de los políticos del Sur enfrentándolos uno contra otro alimentando las ambiciones de cada uno, haciéndoles creer que los apoyaría. Basten dos ejemplos. Cora Amalia Castilla se sentía candidata a la gubernatura. Andrés Ruiz Morcillo era manejado como “el caballo negro”. Eso provocaba que fuera imposible la unidad del sur en torno a quien estaba realmente mejor posicionado: Eduardo Espinosa Abuxapqui, a quien Félix González mandó como representante de su gobierno en el norte para alejarlo de su fortaleza y debilitarlo con demandas sociales para las que no tuvo nunca los apoyos prometidos.
Al concluir Beto Borge su desgobierno, Félix González puso a su dilecto amigo de infancia Mauricio Góngora como candidato a la gubernatura del imbatible PRI en Quintana Roo. Preparado para gobernar seis años más con sus amigos condiscípulos de la primaria, ya se solazaba, y menospreció el efecto de los abusos de sus dos sexenios que abrieron la puerta para que otro cozumeleño, aunque avecindado en Mérida, Yucatán, Carlos Joaquín González, ganara la gubernatura con el PAN-PRD.
, aunque también tienen a la muy cuestionada ex alcaldesa de Puerto Morelos, Laura Fernández a quien hicieron diputada federal al amparo del MORENA. Pero eso no es todo. Ante el enfrentamiento de Mara Lezama y la senadora morenista Marybel Villegas, decantó por la ex comunicadora a la que puso a sus órdenes a Manuel Valencia, Eduardo Ovando, Raymundo Kig, etcétera. Sin embargo, ya retomó en últimas fechas a Marybel Villegas y le ha puesto a su servicio a otros de sus incondicionales para apoyarla, como se hizo evidente en el informe de la senadora en Chetumal. Félix González no está dispuesto a equivocarse en la sucesión, al fin de cuentas, lo reiteramos, no le interesa el desarrollo del Estado ni el bienestar colectivo, solo recuperar el poder para sus fines personales.
La depredación de reservas territoriales en todos los municipios con mayor plusvalía, no tuvo mesura en su gobierno. Otorgó a amigos, familiares y socios superficies de tierra de enorme valor a precios de donación disfrazada, no solo en su gobierno, sino también en el de su pupilo Roberto Borge. Una revisión minuciosa del Registro Público de la Propiedad y el Comercio lo pondría en serios problemas.
Muchos políticos nacionales de renombre también fueron beneficiados y hechos socios en diferentes negocios y desarrollos inmobiliarios.
Sin obras visibles ni la generación de desarrollo cuadruplicó la deuda pública del Estado que se hizo significativa con su benefactor Joaquín Hendricks, que heredó un débito de dos mil 167 millones de pesos, que con Félix González llegó a 8 mil 497 millones de pesos, y todavía hay una fuerte cantidad que asumió Roberto Borge al inicio de su sexenio que son de su mentor. No se arrepienten de nada, ni siquiera aceptan el daño que ocasionan, pretenden siempre engañar a todos comenzando por ellos mismos.
Decía Arthur Koestler: “aquellos que más desean el poder, son precisamente quienes deberían estar más alejados de el”. Ni más, ni menos.
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