La degradación de la vida política y social ha llevado a puestos de liderazgo a personas que únicamente buscan la satisfacción de su codicia, avaricia, lujuria, gula, y un largo etcétera…
LAS SOCIEDADES SE GUÍAN SIEMPRE POR LIDERAZGOS QUE MARCAN EL RUMBO, QUE CUANDO SE TRATA DE LÍDERES CON SOLVENCIA moral y capacidad técnica de gestión, el resultado es necesariamente el logro de metas de beneficio colectivo. Desafortunadamente esos liderazgos genuinos solo se dan de manera excepcional en la sociedad actual carente de valores, con desprecio a la verdad, y con un culto desmedido al dinero y a las pasiones más bajunas.
La degradación de la vida política y social ha llevado a puestos de liderazgo a personas que únicamente buscan la satisfacción de su codicia, avaricia, lujuria, gula, y un largo etcétera. Esas personas son precisamente las que nunca debían detentar el poder por el daño que ocasionan. No es ninguna casualidad la crisis que se vive en materia de violencia y seguridad pública en Quintana Roo, la falta de empleos con remuneración justa, el oscuro y desorbitante endeudamiento del Estado, el saqueo de los recursos públicos, el rápido deterioro ambiental y los deprimentes niveles de educación y salud aunado a la falta de satisfactores básicos para una vida digna.
A 47 años de la conversión de Quintana Roo en Estado, hagamos un breve repaso de sus gobernantes surgidos del autogobierno. El primer gobernador de Quintana Roo fue el abogado chetumaleño Jesús Martínez Ross, hombre incontaminado por el poder, a quien le siguió el cozumeleño Pedro Joaquín Coldwell, el quintanarroense que ha escalado las mayores alturas en política nacional, que apoyó al también cozumeleño Miguel Borge Martín para que lo sucediera, aunque después se distanciaron y enfrentaron, al grado que Joaquín Coldwell empleó sus vínculos con medios de comunicación para desgastar el gobierno de su caballeroso sucesor, quien dicho sea de paso ha sido siempre un hombre decente. Le siguió el chetumaleño Mario Villanueva Madrid, político de arraigo popular y gran liderazgo, que pasó de pantalones vaqueros, camisas a cuadros y botas, a mocasines, pantalones y camisas de lino, más una cauda de aduladores que terminaron por enfrentarlo con el poder federal, y aún sigue pagando las consecuencias.
Los cuatro primeros gobernadores, a pesar de sus propias vicisitudes fueron, aunque en diferente grado, buenos gobernantes y buenas personas, con sus asegunes naturales. Tenían un gran arraigo y cariño por su tierra, además del respaldo de la formación académica sumada a una carrera sólida en el servicio público.
La accidentada sucesión de Mario Villanueva Madrid, quien gobernó Quintana Roo en el periodo 1993-1999, dio paso a que lo sucediera el chetumaleño de ascendencia hondureña Joaquín Hendricks Díaz, quien se inscribió en el proceso interno del hegemónico PRI de esa época solo para hacer curriculum. La interna ya estaba decidida anticipadamente por el gran elector de entonces, el presidente del país, Ernesto Zedillo. Eran tiempos de la institucionalidad inviolable, lo cual obligaba a la obediencia y el acatamiento de la voluntad superior, incluso con la sonrisa en los labios, aunque la ira y el rencor les carcomiera las entrañas. El poder presidencial era omnímodo.
Desde antes del proceso interno, el gobernador Mario Villanueva Madrid fue impedido para inscribir a su delfín, el senador Jorge Polanco Zapata; tampoco pudo incluir a otros prospectos suyos como Héctor Esquiliano y Joaquín González Castro. La decisión presidencial favoreció a Addy Joaquín Coldwell, del poderoso clan cozumeleño del que emanó su hermano el ex gobernador Pedro Joaquín. Para cubrir el formalismo de consulta interna se inscribió la destacada política chetumaleña Sara Esther Muza Simón, y también Joaquín Hendricks, sin ninguna posibilidad de ganar la votación por si mismo.
A pocos días de la emisión de los votos, Mario Villanueva, de manera sorpresiva decidió boicotear el proceso y hacer perder a la señora Addy Joaquín Coldwell. Por su personalidad y visión personal de la política, sin ninguno de sus prospectos inscritos, decidió por el más débil y sin ninguna posibilidad de ganar: Joaquín Hendricks. Las consecuencias de su pírrica victoria que llevó a la gubernatura a Hendricks Díaz han sido funestas para Villanueva Madrid que terminó en prisión, sin apoyo del mandatario que inventó y despojado de varias de sus propiedades surgidas desde el poder.
El Estado también padeció la decisión de Villanueva Madrid, ya que el gobierno 1999-2005 de Joaquín Hendricks privilegió los negocios para su beneficio personal y familiar, cómplices y socios. El parte aguas hacia la descomposición política quintanarroense se da desde el tobogán del gobierno hendricksista. Llegó al poder de manera impensable, además con la espada de Damocles esgrimida sobre su cabeza, por la voluntad del candidato presidencial del PRI, Francisco Labastida Ochoa de “devolverle la gubernatura” a su amiga Addy Joaquín Coldwell. No pudo.
El PRI perdió la presidencia de México, lo cual era impensable. Hendricks llegó a la candidatura y luego a la gubernatura, donde se mantuvo, de la mano de lo improbable. Digno de una novela de terror. Y además como le tocó que gobernara el país, por primera vez en la historia, un presidente del PAN que era Vicente Fox, como gobernador emanado del PRI Hendricks pudo designar a su sucesor sin problema alguno, y ungió como su candidato al cozumeleño Félix González Canto, con su obsesión de poder y su irrefrenable e inconmensurable codicia. La herencia de Hendricks.